Pocas carreras de autos generan más emociones como las realizadas en Rafaela. Por las características del circuito y por la clave de la succión, la cita en "la perla del oeste santafesino" no es una más.Pero el Domingo pasado, el TC volvió a decepcionar. En parte por esa pérdida de calidad en los espectáculos y por la sola tentación del premio, que movió la cifra de autos más alta del año. Nada de lo visto en otras épocas se vio, salvo por le buen marco de público y la lamentable invasión ni bien terminó la final.
Quizás se sea muy exigente y no vale la pena enredarse, pero cuando con más razón se supo que no siempre fue así, es indefendible que se sostenga un modelo actual de categoría en este orden.
Urcera no tuvo objeciones en su triunfo, pero aún cuando autos y motores, en teoría eran iguales, Canapino no pudo nunca estar ni cerca de inquietarlo. Sólo un toque en el primer re lanzamiento, que rompió la trompa de "El titan", fue la chance más cercana de superación. Del resto, nada.
La televisión para colmo no tuvo mucho pulso para mostrar algunas remontadas, no es un secreto que la calidad de transmisión bajo muchísimo, pero hasta en Indy 500 hay directores de cámara que siguen las incidencias y avisan cuando pasa algo importante. Si a eso se suma los múltiples autos de seguridad y el pobre final con una última vuelta con sabor a poco, la sensación de vacío que dejó la sexta reunión del año es abrumadora.
Si este es el precio de la paridad, el Turismo Carretera vendió su alma al diablo.
Se argumenta que hay que proteger la tradición, que no hay que cambiar estos autos porque son los "originales", más allá que basta ir al museo del Mouras y ver como se perdió el ADN que se reclama. La sensación de pobreza en el evento y el convencimiento de la entidad de estar en el camino correcto, generan muy pocos augurios de cambio.
Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo decía Einstein. Esto es lo que le pasa hoy a la categoría más importante y antigua del automovilismo nacional. Debe apelar a su historia permanentemente para justificar su supervivencia.
El Club Atlético Rafaela cumplió 100 años, pero su cumpleaños merecía una carrera más atractiva que la entrega de 2 millones de pesos por Mariano Iudica. Fue sin dudas la carrera de más público en el año y de mayor cantidad de inscriptos, no nos dejó nada.
No alcanza con tener 30 autos en un segundo o golpearse el pecho en pos de la paridad de marcas, si hoy se puede seguir hablando de "marcas". Le pasa lo mismo al Super TC 2000, atrapado en una transición que no será fácil, y por otro lado en el mundo, donde la Fórmula 1 hace lo imposible para mejorar sus espectáculos sin éxito.
Toay sin ser un óvalo la supera en promedio y no tiene chicanas. Somos conscientes de los riesgos que implica correr en un óvalo y de quienes están preparados o no para ello, pero si vamos a la cita más convocante o veloz del año, podría hacerse un esfuerzo por darle un marco especial.
Rafaela necesita ser un evento en si mismo, como Indy 500. Una competencia que dure un mes, que tenga una preparación previa, con entrenamientos, una prueba de novatos, y porque no invitados especiales. Una carrera que incluso tenga detenciones en boxes y que hasta tenga un numero selecto de autos, porque no 30 o 33 y entregue puntaje especial. Algo así podría haberle dado un brillo distinto a un evento histórico como el pasado fin de semana.
Para terminar volvamos a Indy 500. Por la magnitud que tiene semejante carrera, demanda todo un mes su preparación, con varias prácticas, una calificación donde sólo entran 33 y que además deben ser rápidos y varios protocolos dentro y fuera de la pista, sin contar que la bolsa en premios que entrega cada año se reparte entre todos y superan por lejos al premio ganado por Urcera. Indianápolis por supuesto se modernizo y sus autos fueron cambiando en el tiempo, pero jamas traiciono su historia, ni su esencia.
Rafaela... es una perla que no puede ni la dejan brillar
Hernán Feijóo
Director General
Fusión TC
