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| Foto Prensa Apat Turismo Nacional |
El Turismo Nacional vive por lejos su mejor momento. Ni las tormentas institucionales ocurridas en plena pandemia, parecen hacerle daño alguno, con una filosofía deportiva y técnica que la convirtió en la última Coca Cola del desierto del paladar negro del deporte motor vernáculo.
Muy a su pesar y es motivo de debate, los accidentes en la curva 1 de Centenario, encienden luces amarillas sobre los riesgos que implican estás competencias. Sabido es las numerosas grillas que cuentan tanto la clase 2 como 3, así también el nivel diverso de sus pilotos, que va de figuras ascendentes del ámbito zonal y promocional, tan amplio como rico en nuestro país. Cómo también, pilotos de primer nivel en categorías nacionales como el TC o TC 2000, que ven en ella un desafío deportivo que los lleva a lo elemental de este deporte.
Está ambiente cosmopolita genera que la disparidad de niveles, también se traduzca en conductas. Golpes muy fuertes, pilotos que lejos de levantar, tratan de esquivar a altas velocidades autos que quedan regalados. El drama es mayor cuando el incidente sucede en la vanguardia y un auto queda mal paradoy superado por toda la grilla. Sólo para graficar, 42 autos en la división menor y 44 en la mayor largaron la final del Domingo.
Si bien están fuera de peligro de vida los involucrados, otra pudo ser la historia. El TN como todo el Automovilismo en general, no está exento de los riesgos de la actividad.
¿El piloto promedio es consciente? ¿Hay corredores suficientemente capacitados? ¿Cuánto más aguanta la seguridad de un auto que sufre varios impactos y parado a cero? ¿Las reuniones de pilotos sirven para estos temas o se tocan otros? ¿Se necesitan sanciones más duras o ejemplares?
No hay objeción en que las carreras que nos presenta el Turismo Nacional cada fecha son especiales. Sin fórmulas mágicas o reglamentos forzados para buscar espectáculo, la mirada se delita con la disputa posicional y los finales atrapantes. Si además los campeonatos también gozan de paridad, el éxito está asegurado.
Pero el morbo nunca vende. Que se tome conciencia del riesgo que enfrentan en la práctica cada fin de semana, no incluye acciones que pueden evitarse. Las enseñanzas que dejó la tragedia de Balcarce y Falaschi en el TC, son perfectamente aplicables a todo el deporte motor más allá de la divisional en cuestión.
Es difícil establecer cuan evitable pudieron ser los accidentes vistos, pero quizás haya elementos que pueden ayudar a no agravar las cosas.
Docencia en las reuniones previas a cada carrera. Disciplina aplicada a tiempo, escapatorias que no generen más confusión y tierra (sabemos de la aridez de la Patagonia pero hay lugares peores en el mundo y pueden evitarlo) y ni hablar, esquivar a una velocidad controlada y sabiendo perder posiciones, antes de un impacto peor.
No decimos algo que ya no se haya hecho o se sepa. No estamos aquí para descubrir la pólvora, sino para prevenir y advertir. La mirada crítica en nuestro caso siempre busca aportar, no ser meramente agorera. El riesgo cero no existe, pero bien se dijo hace unos años en un ente oficial que aún existe.
Si se puede evitar no es un ACCIDENTE.
Hernán Feijoo
Director General
Fusión TC
